Cuaresma

El tiempo de Cuaresma comienza el miércoles de ceniza y termina antes de la misa vespertina de la Cena del Señor, que se conoce como el jueves Santo. Comprende cinco domingos y el sexto corresponde al domingo de ramos, inicio de la pasión del Señor. Son cuarenta días de preparación de la comunidad cristiana para la celebración de la Pascua del Señor.

La Cuaresma se caracteriza por acciones-actitudes que tienen un significado especial: el ayuno, la penitencia, la limosna y la oración. Todo esto tiene que desembocar en la conversión del corazón para que la celebración del misterio pascual desborde lo puramente ritual e impregne la vida con la luz del Resucitado. La mirada, entonces, desde el miércoles de ceniza estará centrada en Cristo, Luz del mundo.

El sentido del ayuno de hoy puede tener dos significados: por una parte, el gesto profético de denuncia de la opulencia y el despilfarro de nuestra sociedad mercantilista y consumista. En segundo lugar, el compartir solidario y generoso de nuestros bienes materiales con los hermanos necesitados, marginados y excluidos de nuestra sociedad.

La penitencia, muy relacionada con el ayuno, es una práctica de conversión asumida por los cristianos. Lo más común es frecuentar durante este tiempo el sacramento de la reconciliación. Sin desconocer el valor que tengan algunas prácticas externas, hoy la penitencia ha de estar estrechamente vinculada con el compromiso de defender la paz y la justicia. Poner nuestras capacidades, valores y aptitudes para servir a los hermanos. Asumir la experiencia de la cruz personal de cada día, como Jesús.

Otra práctica cuaresmal es la limosna. Lamentablemente esta práctica ha perdido su sentido originario. Hoy día las personas se limitan a dar algo que les sobra o una limosna insignificante. El verdadero sentido de la limosna es compartir con los hermanos más necesitados. No se trata de dar cosas, dinero, comida. Sobre todo, es educar, concienciar y acompañar procesos de organización social y popular que contribuyan a la transformación de la sociedad injusta y violenta en una sociedad más fraterna y solidaria. Jesús, siendo pobre, nos enseñó la forma de cambiar la sociedad.

La vida de oración. Este elemento es vital para el crecimiento en la fe en la vida del cristiano. Muchas personas y comunidades acostumbran a celebrar vía crucis durante la cuaresma. Esta práctica tiene un gran valor religioso y espiritual para el pueblo sencillo y creyente. Sin embargo, la oración va más allá de las prácticas de devoción. La oración debe ser escucha, asimilación y contemplación de la Palabra de Dios y de los acontecimientos de la historia contemporánea para descubrir cuál es la voluntad del Señor sobre nuestras vidas. Hoy se ha extendido la práctica de la lectura orante de la Palabra de Dios, la lectura comunitaria e individual de la Biblia. Tomemos los textos de la misa diaria de este tiempo (ver la Hoja dominical), meditemos sobre ellos y oremos. Este tipo de oración nos llevará a un compromiso cristiano práctico.

Ayuno, penitencia, limosna y oración son el camino para alcanzar una verdadera conversión o cambio personal de mente y corazón. También es positivo y enriquecedor acercarse durante este tiempo al sacramento de la reconciliación como un momento privilegiado para realizar una revisión de vida a fondo y plantearse compromisos serios a nivel personal, familiar, laboral, profesional, eclesial, etc. De nada sirven las prácticas cuaresmales si éstas no conducen a una transformación personal y comunitaria conforme a los criterios del evangelio. Sólo así recuperaremos el sentido que las prácticas penitenciales tuvieron en los orígenes del cristianismo.

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