La Cuaresma se inicia con el Miércoles de Ceniza, que nos introduce en la preparación para celebrar el misterio pascual, bajo el reto de: Conviértete y cree el Evangelio.
Dos elementos fundamentales de este reto: 1) La conversión, el cambio. 2) La fe en la buena noticia de Jesús: la misericordia y el perdón del Padre.
Tiempo de preparación, de gracia, de actitud crítica desde el evangelio, de revisión y de cambio de vida. Es camino preparatorio de salvación orientado totalmente a la Pascua, al encuentro con el Señor vencedor de la muerte y el pecado.
No implica únicamente realizar prácticas penitenciales, es mucho más. Debe lograr la transformación interior, que comprometa, desde la fe, a una responsabilidad externa y social.
Es un tiempo de cambio de mentalidad al estilo de Jesús, cambiar la forma y los criterios y aptitudes de vida. Cambiar no es solo posible desde el plano humano, es una exigencia desde la fe. Es la experiencia de peregrinar hacia el encuentro con el Señor Resucitado. Es el camino de los creyentes que van hacia Jesús liberador y Resucitado.
Es un tiempo en el que hay que apostar con esperanza por otro orden personal; tiempo para empujar la historia personal y social por el camino del reino de Dios hasta sus últimas consecuencias. Hay aspectos de nuestra vida que no están integrados en el plan y voluntad de Dios y hay que cambiarlos. Tiempo de acción y esperanza.
Tenemos que lograr dar con los sentidos liberadores de este tiempo para consumar el proyecto del Padre: la construcción de un nuevo orden de relaciones en las dimensiones sociales, culturales, políticas y religiosas. Esto es fundamental en este tiempo. El discípulo de Jesús tiene que ser protagonista de los procesos liberadores y de la construcción de un nuevo orden social, familiar, etc.
La Cuaresma trae consigo – lejos de la negatividad de la mera práctica de la mortificación y las obras piadosas, o del sentimiento de culpabilidad deshumanizante -el anuncio y la vivencia de la alegría, de la gracia y la conversión al Dios de Jesús que nos llama a vivir con todas sus consecuencias una vida digna, con justicia y en paz.
Hay que tomar conciencia de que el Dios de Jesús se compromete por la vida y por la justicia; asume le opción por las víctimas de la violencia, de la guerra, de los terrorismos, de las corrupciones, etc. Opta por los pobres, excluidos, marginados y olvidados de este mundo. La fe nos exige una opción como la del Dios de Jesús.
Es tiempo del Dios que reclama una actitud de discernimiento, silencio interior, decisión y oración para reconocer los signos de liberación y salvación que hay a nuestro alrededor. Esto nos plantea una respuesta personal comprometida y solidaria.
Jesús nos invita en este tiempo a la apertura a su persona, a su Palabra y a la oferta de misericordia del reino de su Padre. Conviértete y cree el Evangelio.