Vivimos en una sociedad donde los medios de comunicación destacan los aspectos negativos del ambiente: la corrupción, la violencia, los feminicidios, las masivas migraciones, las epidemias, los abortos y suicidios, el contrabando, las catástrofes, los atracos, las drogas, etc. y multitud de acontecimientos que nos hacen ver un mundo desquiciado, inhumano y calamitoso. El bien no tiene buena prensa.
Tenemos que tener la capacidad de ver el otro lado de la moneda. No todo es negativo. Hay muchas personas que viven en medio de grandes dificultades, pero luchan por superarlas cada día. Gente normal y corriente que no se deja llevar ni vencer por el odio y el rencor, al contrario tratan de vivir con una actitud serena y permanente de amor al prójimo. Ellas son un rayo de luz en medio de las tinieblas.
Hay personas que reciben ofensas en la familia o en el trabajo, pero no usan la “ley de Tailón” (Ojo por ojo diente por diente), responden de otra forma: con el perdón y la reconciliación. Un modo que las hace vivir en la libertad constante, permanente y nada conflictiva. Poseen una sólida madurez humana para convivir en un ambiente adverso y agresivo. Ellas son firmes constructoras de paz.
Nos encontramos con personas que viven en un ambiente de discordia y enfrentamiento a causa de ideologías, manera distinta de enfocar los asuntos o choque de intereses, pero actúan promoviendo el diálogo, el respeto y la unión. Buscan el respeto a la diversidad y a la verdad que existe en cada persona, Contribuyen de una manera positiva a la convivencia pacífica y respetuosa.
En un mundo donde hay tristeza y pesimismo hallamos personas que contagian so modo de vivir y compartir la alegría que llevan en su espíritu. Lo hacen espontáneamente y con naturalidad. Dan con generosidad lo que son. Ellas, a su alrededor, cambian la forma de vivir. Son un don de Dios para los demás.
Todas estas personas son reflejo de la bondad de Dios en nuestra sociedad.