CÓMO ES JESÚS RESUCITADO

            Estamos ante un misterio de la fe. El misterio se cree en él o no, se acepta o no. Se pueden dar algunas explicaciones sobre el contenido del misterio, pero no se puede llegar a profundizar el núcleo del misterio. Jesús resucitado es el mismo que antes de morir, pero muy distinto en muchos aspectos que son inexplicables para la mente humana. El hecho de la resurrección de Jesús no lo describen los evangelistas, por tanto desconocemos cómo ocurrió.

            Los seguidores de Jesús predican en la Iglesia el naciente: El Crucificado está vivo. Dios lo ha resucitado.  Hablan de un acontecimiento sobrehumano en el que Dios ha intervenido, lo ha exaltado,  es decir, lo ha rescatado del poder de la muerte. Jesús no vuelve a la misma vida biológica humana que tenía antes de morir; la resurrección no consiste en que su cadáver se ha reanimado; no es una  revivificación o revitalización  como ocurrió con Lázaro, pues volvió a morir. Los evangelios destacan cómo el resucitado se aparece, habla y come con sus discípulos.

            San Pablo dice: Sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, no vuelve a morir, la muerte no tiene ya dominio sobre él. Porque, cuando murió al pecado de una vez para siempre; su vivir, en cambio es un vivir para Dios (Rm 6 .9-10).

            Jesus resucitado es el mismo que antes de morir, no es un ser distinto, pero no es como antes. El mismo ser, pero tiene una inexplicable  vida nueva. Su cuerpo trasciende lo humano, está lleno de gloria y de la plenitud de la vida de Dios. Es inconfundible, aunque sus seguidores no lo conocen al pronto; no es  un fantasma ni un espíritu, es un hombre nuevo  que ha superado la muerte por el poder de Dios (2 Cor 13,4). Comprende la resurrección de Jesus supera la capacidad de la inteligencia humana; no es un acontecimiento ficticio, es algo real y especial para la fe y la esperanza de sus seguidores. Jesús no ha perdido su naturaleza humana.

            En el misterio del Hijo de Dios encarnado (Jesús) distinguimos dos naturalezas (divina y humana) y una sola persona (divina). Por su naturaleza humana tiene la capacidad de encarnarse, nacer, vivir y morir, pero por su naturaleza y persona divina es inmortal.

            En el cuerpo resucitado de naturaleza humana también permanecen su naturaleza y su personalidad divinas, por eso es un  cuerpo glorioso, no deslúmbrate, pero puede trasparentar los atributos de la esencia y vida divina. Durante la vida biológica de su naturaleza humana, los atributos de su naturaleza divina permanecen ocultos, como en la sombrea. Pero ahora, ya resucitado, los atributos de su naturaleza divina se traslucen en la naturaleza humana del Hijo de Dios. Su cuerpo resucitado no está sometido a las leyes del espacio y del tiempo. Existe simultáneamente ser el mismo (identidad) y ser de otro modo (alteridad o condición de ser “otro”). En el ser humano, de niño se tienen una identidad a los 7 años, a los 50 años se tienen la misma identidad, pero es “otro”. La identidad permanece, la alteridad cambia.

            San Pablo dice: Si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucito. Y si no resucito Cristo, vacía es nuestra predicación, vacía también nuestra fe (1Cor 15, 14). La resurrección de Cristo es un fundamento de nuestra fe y esperanza, pues es el primer nacido a la vida plena y definitiva de Dios. Es el primogénito de la  nueva creación.

            La resurrección de Cristo es el acontecimiento que nos sitúa ante la nueva y sorprendente perspectiva de la vida futura del hombre: pertenece al ámbito de lo divino y eterno. Y Dios que resucito al Señor, nos resucitara también a nosotros mediante su poder (1Cor 6,14)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *